19/05/2025
El tradicional chipá del Litoral argentino suma una vuelta de tuerca ideal para los que buscan algo diferente. Con calabaza como protagonista, esta receta logra pancitos tiernos, sabrosos y sin harina, perfectos para una merienda distinta. Te contamos cómo hacerlos, cuánto cuestan y por qué esta versión se ganó un lugar en las mesas porteñas más curiosas.
El chipá es sinónimo de sabor, tradición y simpleza. Con origen guaraní, este pequeño panecillo de queso conquistó Buenos Aires desde hace años, y hoy vuelve a reinventarse con una versión que suma color, textura y valor nutricional. En esta receta, la calabaza se mezcla con el almidón de mandioca y el queso para lograr una alternativa sin gluten, ideal para acompañar un café de especialidad o un buen mate porteño.
Fácil de preparar y sin necesidad de amasar, este chipá de calabaza es una receta perfecta tanto para los cocineros novatos como para los fanáticos del brunch casero.
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250 g de puré de calabaza cocida (sin agua)
300 g de almidón de mandioca (también conocido como fécula de tapioca)
1 huevo
150 g de queso semiduro rallado (Mar del Plata, Pategrás, Fontina o similar)
50 g de queso tipo parmesano rallado (opcional)
2 cucharadas de aceite neutro o manteca derretida
Sal a gusto
Precalentar el horno a 180 °C.
En un bowl, mezclar el puré de calabaza con el huevo, la manteca o el aceite, y los quesos.
Agregar el almidón de mandioca y la sal. Unir con las manos hasta lograr una masa suave que no se pegue. Si queda muy húmeda, se puede sumar más almidón.
Formar bolitas del tamaño de una nuez y colocarlas sobre una placa enmantecada o con papel manteca.
Hornear entre 20 y 25 minutos, hasta que estén doraditos por fuera pero tiernos por dentro.
Servir tibios, recién salidos del horno.
El aroma que invade la cocina mientras se hornean es solo el comienzo. Al primer bocado, la textura esponjosa se combina con un sabor suave y equilibrado, donde el dulzor natural de la calabaza potencia al queso sin taparlo. Son ideales para picar sin culpa, acompañar con un café con leche o sumarlos a una mesa de meriendas saludables.
Además, el color anaranjado de la calabaza le da un toque visual llamativo que los hace perfectos para agasajar invitados o renovar la picada del finde.
Sí. Una vez horneados y fríos, se pueden guardar en el freezer en bolsas herméticas. Para servir, solo hay que darles unos minutos de horno y vuelven a estar como recién hechos: crocantes por fuera, tiernos por dentro.
Con una calabaza chica, un poco de queso y almidón, podés preparar una buena tanda para cuatro personas por menos de $6.000 (precio estimado mayo 2025). Una alternativa casera, rendidora y sin harinas refinadas, perfecta para quienes buscan recetas ricas y livianas.
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