25/08/2025
En el mundo de la gastronomía porteña hay recetas que trascienden modas, y el mousse es una de ellas. Suave, esponjoso y con ese aire sofisticado que lo hace perfecto para cualquier ocasión, el mousse de chocolate blanco llegó para ganarse un lugar entre los postres más irresistibles.
El mousse nació en Francia a principios del siglo XX y rápidamente conquistó al mundo con su textura ligera y su sabor intenso. Aunque la versión original se preparaba con chocolate negro, el mousse de chocolate blanco se convirtió en una variante moderna que aporta dulzura y un toque delicado.
En Buenos Aires, donde la gastronomía siempre busca equilibrar tradición e innovación, este postre encuentra terreno fértil: puede aparecer tanto en cartas de restaurantes en Buenos Aires de alta gama como en las mesas caseras de quienes se animan a experimentar.
Este postre tiene todo lo que buscan los amantes de la gastronomía porteña:
Simplicidad: se prepara con pocos ingredientes y sin necesidad de técnicas complejas.
Versatilidad: se adapta a diferentes presentaciones, desde copas elegantes hasta vasitos individuales para una cena informal.
Toque gourmet: con un poco de creatividad, se transforma en protagonista de un menú digno de cualquier restaurante en Buenos Aires.
200 g de chocolate blanco
250 ml de crema de leche (nata para montar)
2 claras de huevo
1 cucharadita de esencia de vainilla (opcional)
Una pizca de sal
Derretir el chocolate blanco
Podés hacerlo a baño maría o en el microondas en intervalos cortos. Lo importante es que quede suave y sin grumos.
Montar la crema
Batila hasta lograr una textura tipo chantilly y reservá en la heladera para que mantenga su firmeza.
Batir las claras
Con apenas una pizca de sal, llevá las claras a punto nieve. Este paso es clave para darle al mousse su característica esponjosidad.
Unir con cuidado
Primero incorporá el chocolate con la crema batida y luego sumá las claras en movimientos envolventes. Si querés, agregá vainilla para darle más aroma.
Enfriar antes de disfrutar
Colocá la mezcla en copas o vasos y llevá a la heladera por al menos dos horas. Así logra la textura ideal.
Un mousse de chocolate blanco ya es un lujo en sí mismo, pero si querés sorprender, podés acompañarlo con:
Frutos rojos frescos.
Ralladura de limón.
Láminas de almendra tostada.
Virutas de chocolate negro para contraste.
Y si preferís una versión más firme, podés sumar un toque de gelatina sin sabor al chocolate antes de mezclar.
El mousse de chocolate blanco es ideal para cerrar una comida especial, pero también funciona en grandes eventos como casamientos o celebraciones familiares. Es elegante, pero al mismo tiempo accesible: cualquiera puede prepararlo sin pasar horas en la cocina.
La próxima vez que pienses en dónde comer en Buenos Aires y te topes con este postre en la carta, ya sabés que estás ante un clásico moderno que vale la pena pedir.
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