24/10/2025
Si hay algo que nos identifica a los argentinos es el amor por el dulce de leche. Y cuando se combina con el cheesecake clásico, el resultado es un postre irresistible, suave y con ese toque goloso que nadie puede rechazar. Te contamos cómo preparar el cheesecake de dulce de leche perfecto, paso a paso.
El cheesecake es uno de esos postres que nunca fallan: elegante, cremoso y versátil. Pero esta versión con dulce de leche argentino lo lleva a otro nivel. La mezcla entre el sabor intenso del dulce y la textura suave del queso crema crea una fusión perfecta, ideal para cerrar una cena, celebrar un cumpleaños o darse un mimo dulce en casa.
La clave de este postre está en el equilibrio: una base crocante de galletitas, un relleno aireado pero consistente, y una cobertura brillante que hace agua la boca. Con ingredientes simples y un poco de paciencia, se logra un resultado digno de cualquier cafetería porteña.

Para la base:
200 g de galletitas de vainilla (podés usar Lincoln o similar; si preferís un sabor más intenso, las Chocolinas son una gran opción).
80 g de manteca derretida.
Para el relleno:
400 g de queso crema (Casancrem, Mendicrim o Philadelphia).
300 g de dulce de leche repostero.
100 g de azúcar.
3 huevos.
1 cucharadita de esencia de vainilla.
1 cucharada de almidón de maíz (maicena).
Para la cobertura (opcional, pero altamente recomendada):
150 g de dulce de leche.
100 cc de crema de leche.
Procesá las galletitas hasta que queden bien molidas y mezclalas con la manteca derretida.
Formá una pasta húmeda y cubrí con ella el fondo de un molde desmontable (20-22 cm).
Presioná bien para que quede compacta y llevá a la heladera mientras preparás el relleno.
En un bol grande, batí el queso crema con el azúcar hasta que quede una mezcla suave.
Agregá el dulce de leche, la vainilla y la maicena, integrando bien.
Sumá los huevos de a uno, batiendo lo justo para que la mezcla no pierda aire.
Volcá sobre la base fría y emparejá la superficie.
Horneá a 160 °C durante 50 a 60 minutos, hasta que el centro esté casi firme (debe moverse un poco al sacudir el molde).
Apagá el horno y dejá el cheesecake adentro con la puerta entreabierta: ese detalle evita que se agriete.
Cuando esté a temperatura ambiente, refrigerá por al menos 4 horas (si podés, de un día para el otro).
Calentá el dulce de leche con la crema a fuego bajo hasta obtener una mezcla fluida.
Dejala entibiar y volcala sobre el cheesecake ya frío.
Llevá nuevamente a la heladera por una hora antes de servir.

Lo que hace especial a este cheesecake es su carácter local: el dulce de leche le aporta una profundidad de sabor única y una cremosidad que lo vuelve adictivo. No necesita más decoración que un poco de brillo y el perfume dulce que se siente al cortarlo.
Ideal para acompañar con un café o un té después de comer, este postre resume todo lo que amamos de la gastronomía porteña: calidad, sabor y una buena dosis de nostalgia.
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