24/06/2025

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La estrategia detrás del maní gratis en los bares porteños: un clásico que tiene un secreto

Ya es parte del paisaje de cualquier salida por Buenos Aires: pedís una birra o un fernet, y el mozo aparece con un platito de maní salado. Aunque muchos lo ven como un simple gesto de hospitalidad, lo cierto es que se trata de una práctica que combina lo económico con lo emocional, y que ayuda a mejorar la experiencia del cliente... y también la cuenta del bar. Desde su función social hasta el verdadero origen del "maní japonés", esta nota explora el valor cultural y comercial de uno de los acompañamientos más típicos del ritual porteño.

Una costumbre tan porteña como el vermut

En los bares de Buenos Aires -especialmente en aquellos de barrio, de esos que conservan mesas de madera, mozos de toda la vida y charlas largas- el maní salado forma parte del paisaje. Este snack, que llega a la mesa apenas pedís algo para tomar, tiene un rol clave: invita a quedarse, a compartir y, sobre todo, a seguir pidiendo.

Lejos de ser una gentileza sin interés, esta tradición tiene un objetivo claro. Al ser salado, el maní despierta la sed, lo que se traduce en más rondas de cerveza, tragos o vinos. Además, es económico, no necesita cocción ni preparación, y se conserva por mucho tiempo. Para los bares, es el acompañamiento perfecto: baja inversión, alto impacto.

Pero también hay un costado emocional. El maní es fácil de compartir, rompe el hielo, acompaña charlas y crea un ambiente distendido. Por eso se lo encuentra tanto en bares modernos como en Bares Notables, donde la tradición se vive como parte del patrimonio cultural de la ciudad.

¿Y el maní japonés? Spoiler: no nació en Japón

Uno de los snacks más populares en kioscos, bares y almacenes argentinos es el famoso maní japonés, ese maní crocante recubierto con una capa de masa tostada. Muchos creen que es un invento del país asiático, pero su historia real tiene origen en otro rincón del planeta: México.

Durante la Segunda Guerra Mundial, un inmigrante japonés llamado Yoshihei Nakatani Moriguchi se instaló en el barrio de La Merced, en Ciudad de México, donde creó este snack a partir de una receta casera con harina de trigo y salsa de soya. Su éxito fue inmediato, y así nació el "cacahuate japonés", que más tarde cruzó fronteras y llegó a toda Latinoamérica, incluida la Argentina.

Hoy en día, marcas como El32, Cris-Jor y A&V producen versiones locales de este clásico, muchas veces reivindicando una supuesta "receta japonesa" que, en realidad, es el resultado de la mezcla entre tradición japonesa, ingenio mexicano y marketing sudamericano.

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El maní como parte del ritual nocturno porteño

En barrios como San Telmo, Palermo o Almagro, el maní salado sigue siendo protagonista de los encuentros nocturnos. Ya sea en un bar de coctelería con espíritu retro o en una cervecería artesanal, el gesto de recibir algo para picar antes de la comida genera una sensación de bienvenida.

Para muchos turistas que visitan Buenos Aires, este detalle es una sorpresa grata. Y para los porteños, es un guiño de complicidad, casi como el "¿todo bien?" del mozo al pasar.

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