26/08/2025
En el corazón del sur neuquino se esconde Villa Meliquina, un destino que conquista con su ritmo sereno y paisajes de ensueño. Rodeada de montañas y a orillas de un lago que refleja los colores del cielo, esta aldea se volvió el secreto mejor guardado para quienes buscan conectar con la naturaleza sin multitudes.
Meliquina es de esos lugares donde el tiempo parece detenerse. Con poco más de 300 habitantes, conserva el espíritu de los pueblos cordilleranos: calles tranquilas, casas de montaña y una comunidad que vive en sintonía con la naturaleza. Su lago homónimo es el gran protagonista, rodeado de bosques de lengas y coihues que cambian de tonalidad según la estación.
La sensación al llegar es clara: acá el turismo todavía no lo invadió todo. Es un refugio para quienes quieren descansar, pero también un punto de partida ideal para actividades al aire libre.
El lago es la gran atracción y la excusa perfecta para quedarse más de un día. Sus aguas transparentes invitan a remar en kayak, practicar pesca deportiva o incluso animarse al windsurf. Para quienes prefieren la calma, nada como sentarse en la orilla con un mate y mirar cómo las montañas se reflejan en el agua.
Los alrededores son un terreno fértil para la aventura: senderos de trekking, circuitos de mountain bike y cabalgatas por las estancias de la zona permiten descubrir la riqueza natural del lugar. No es raro cruzarse con caballos sueltos en busca de agua, ni con aves como martín pescador, cauquenes o garzas que completan la postal.
Aunque el foco está puesto en la naturaleza, en Meliquina también hay lugar para darse un gusto. La cocina local rescata los sabores típicos de la región: cordero patagónico al asador, trucha fresca de los ríos y dulces caseros elaborados con frutos rojos. La oferta de hospedaje acompaña la experiencia, con opciones que van desde campings simples hasta cabañas con vistas privilegiadas al lago.
Meliquina se encuentra a solo 30 km de San Martín de los Andes, siguiendo la Ruta Nacional 40 en dirección a Villa La Angostura. A la altura del puesto de Gendarmería, un desvío por la Ruta Provincial 63 (de ripio) lleva directo hasta el pueblo.
El último tramo es de tierra y requiere manejar con precaución: la velocidad máxima aconsejada es de 40 km/h. El camino, sin embargo, vale la pena: cada curva sorprende con montañas, ríos y bosques que anticipan la llegada al destino.
Un punto imperdible es la playa cabecera del río Hermoso, a la que se accede tomando un desvío antes del primer puente. Allí, el agua clara y el silencio del bosque la convierten en el lugar perfecto para pasar el día.
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