Una fusión inesperada: el alfajor con sabor a carlito que causa furor en Rosario

¿Te animarías a probar un alfajor con ketchup? Esa es la propuesta osada de Saboreé Rosario, una marca que decidió rendir homenaje a uno de los sabores más queridos de la ciudad: el carlito, ese clásico tostado de jamón, queso y kétchup que todo rosarino conoce desde la infancia.

La idea surgió de Carolina Almaraz, fundadora de la marca, quien decidió preguntarle a su comunidad de Instagram cuál era el sabor que mejor representa a Rosario. La respuesta fue unánime: el carlito. Con ese punto de partida, Carolina se lanzó a experimentar en su cocina con una premisa clara: llevar el alma del sándwich a un postre.

¿Qué tiene este alfajor?

Este alfajor no es una broma: su relleno combina ganache de chocolate blanco con una reducción de kétchup artesanal, logrando un sabor dulce con un dejo ácido y un color anaranjado muy particular. Todo eso está contenido entre dos galletas suaves y coronado con una cobertura de chocolate blanco.

El resultado es un bocado dulce, cremoso y crocante a la vez, con una identidad totalmente distinta a cualquier alfajor tradicional. La mezcla puede sonar extraña, pero en boca sorprende con un equilibrio inesperado entre lo dulce, lo ácido y lo salado.

¿Dónde se consigue?

Por ahora, este alfajor está disponible exclusivamente en Rosario y se puede conseguir de tres formas:

• A través del perfil de Instagram de @saboree.rosario, donde se puede encargar por mensaje directo.

• En el Mercado de Frutos Culturales, ubicado en el Galpón 17, frente al Monumento a la Bandera, los sábados, domingos y feriados.

• En la Feria La Pérgola, todos los domingos en Dorrego y el río.

Cada alfajor se vende de forma unitaria, en ediciones limitadas, y su precio ronda los $2.000, dependiendo del punto de venta.

¿Qué es el carlito y por qué es tan importante?

El carlito no es cualquier tostado: es patrimonio cultural de Rosario desde 2014, cuando el Concejo Municipal lo declaró emblema gastronómico. Se prepara con pan de miga, jamón, queso y kétchup, tostado hasta quedar dorado y cortado en triángulos.

Más allá de su simpleza, su sabor nostálgico representa la infancia, los bares de la costanera, los recreos escolares y los domingos en familia para los rosarinos. Por eso, este alfajor no solo innova en sabor, sino que también cuenta una historia.