16/05/2025
¿Cansado de los nachos y las empanaditas de siempre? Esta receta simple y deliciosa transforma unos ravioles frescos en un bocado irresistible: crocante por fuera, suave por dentro, y con infinitas posibilidades de relleno y salsas para acompañar. Ideal para compartir entre amigos, acompañar con una cerveza artesanal o lucirse como anfitrión con algo distinto.
Las picadas son una institución en Buenos Aires. En reuniones con amigos, previas, cumpleaños o domingos de relax, siempre hay espacio en la mesa para un nuevo integrante. En esta oportunidad, te traemos una receta que fusiona la tradición italiana con el ingenio criollo: ravioles fritos.
La idea es simple: tomar ravioles frescos (los de ricota y nuez, calabaza o jamón y queso funcionan muy bien), empanarlos al estilo milanesa, freírlos y servirlos como bocadito caliente. El resultado es una explosión de texturas: crujiente por fuera, cremoso por dentro, y totalmente adictivo.
1 paquete de ravioles frescos rellenos (del tipo que prefieras)
2 a 3 huevos
1 taza de pan rallado tipo panko (o pan rallado común)
½ taza de queso parmesano o grana padano rallado
Ajo en polvo (opcional)
Pimienta negra molida
Aceite para freír (oliva o mezcla)
Salsa de tomate, pesto o dip de queso para acompañar
Prepará el empanado: mezclá el panko con el queso rallado, una pizca de ajo en polvo y pimienta negra.
Batí los huevos en un bowl amplio.
Pasá los ravioles primero por el huevo y luego por la mezcla de panko y queso. Presioná suavemente para que el empanado se adhiera bien.
Llevá los ravioles empanados al freezer por 15 minutos. Esto ayuda a que mantengan la forma y queden más crocantes.
Freí en aceite caliente (180°) de a tandas. En apenas 2 o 3 minutos por lado, ya estarán dorados.
Retirá y apoyá en papel absorbente. Serví de inmediato.
Podés presentarlos en una tabla, como si fueran nuggets gourmet, acompañados de una buena salsa de tomate casera, un pesto de albahaca o un dip de queso crema y ciboulette. También funcionan con un chorrito de oliva y unas hojas de rúcula fresca para un toque más liviano.
Maridan perfecto con una cerveza artesanal bien fría, un aperol spritz, o incluso con una copa de tinto joven. Y si querés lucirte, preparalos con ravioles rellenos de cordero o hongos y acompañalos con una emulsión de mostaza antigua.
Los ravioles fritos se suman a esa lista de platos simples que tienen un factor sorpresa. No requieren ingredientes difíciles ni técnicas complejas, pero sí ofrecen algo diferente y con mucha onda. Son ideales para una picada informal, una previa con amigos o incluso como entrada en una cena improvisada.
Este snack ya empieza a asomar en bares y vermuterías de la ciudad como un hit de la carta, pero hacerlo en casa tiene su encanto: es rápido, económico y permite jugar con distintos sabores.
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