Navidad porteña: calor, mesa fría y vinos más livianos

A diferencia de las cenas invernales europeas, la mesa navideña argentina está dominada por platos fríos y temperaturas altas. Eso cambia completamente la lógica del vino.

En general, los vinos muy potentes, con mucho alcohol o paso marcado por madera, resultan pesados para este contexto. En cambio, funcionan mejor los estilos frescos, ágiles y fáciles de tomar, que acompañen sin saturar.

Pensar el vino como un refresco gastronómico, y no como algo solemne, es el primer gran paso para elegir bien.

Tintos: sí, pero con criterio

El tinto sigue estando presente en muchas mesas, pero no cualquiera. Para Navidad, conviene pensar en tintos livianos o de cuerpo medio, con buena acidez y taninos suaves.

Estos estilos se pueden tomar apenas refrescados y no chocan con platos fríos como carnes cocidas y salseadas. Acá encajan muy bien los vinos que priorizan fruta, frescura y equilibrio, una filosofía que se asocia a proyectos de baja intervención y perfil moderno, como el estilo que propone Quinto Poder Wines.

La comparación es clara: un tinto liviano acompaña; uno pesado se impone.

Blancos: los grandes aliados del verano

Los vinos blancos suelen ser los más agradecidos en la cena navideña. Su frescura y ligereza los hacen ideales para el calor y para platos fríos.

Funcionan muy bien con entradas, preparaciones con salsas suaves y mesas donde se pica de todo un poco. Además, permiten servir copas más generosas sin cansar el paladar.

Como consejo práctico, cuanto más fresca sea la comida, más sentido tiene elegir un blanco con buena acidez y perfil simple, pensado para beber y disfrutar, no para analizar.

Rosados: el punto medio que cada vez suma más

El rosado es, para muchos, el comodín de la Navidad. Combina la frescura de un blanco con algo del carácter de un tinto, y se adapta a una gran variedad de platos.

Es una opción ideal cuando hay gustos variados en la mesa o cuando no se quiere complicar la elección. Bien frío, es fácil de tomar y muy amigable para cenas largas.

En la evolución de la gastronomía porteña, el rosado pasó de ser una rareza a una elección cada vez más natural en celebraciones informales.

Espumantes: más allá del brindis

Aunque tradicionalmente se asocian solo al brindis, los espumantes funcionan muy bien durante toda la cena. Su frescura y burbuja limpian el paladar y acompañan desde entradas hasta platos principales fríos.

El truco está en no reservarlos solo para las doce. Servidos bien fríos, pueden ser protagonistas desde el arranque y ayudar a mantener la mesa liviana y festiva.

Cómo elegir mejor: consejos simples que funcionan

Más allá del color o el estilo, hay algunas reglas prácticas que ayudan a no fallar:

• Priorizar vinos frescos y de alcohol moderado.

• Evitar perfiles demasiado intensos o muy marcados por madera.

• Pensar en el vino como parte del clima festivo, no como una pieza de museo.

• Elegir estilos honestos, directos y fáciles de tomar, como los que representan proyectos de identidad clara y enfoque artesanal, al estilo Quinto Poder Wines.

Estas decisiones hacen que el vino acompañe la noche, en lugar de robarse toda la atención.

Historia y cambio de costumbres

Durante años, el vino tinto estructurado fue la elección casi automática para cualquier festejo. Sin embargo, con el tiempo y el cambio en la forma de comer, esa costumbre empezó a correrse.

Hoy, la mesa navideña porteña es más descontracturada, más fresca y más abierta a probar distintos estilos. El vino acompaña esa evolución, adaptándose al clima, a la comida y a una forma más relajada de celebrar.