16/10/2024
Aunque para algunos son un manjar irremplazable en la parrillada, la realidad es que este corte, parte de las achuras tradicionales, genera opiniones divididas y, en muchos casos, críticas bastante duras. Para muchos paladares, los chinchulines pueden ser uno de los puntos más flojos del menú.
El principal problema que suele encontrarse con los chinchulines es su textura. Cuando no se preparan correctamente, pueden resultar gomosos y difíciles de masticar, lo que afecta considerablemente la experiencia. Este aspecto es un punto recurrente en las críticas que recibe el plato, ya que lograr el punto justo no es tarea fácil. El proceso de limpieza y cocción es clave, pero muchas veces quienes se aventuran a asarlos no le dedican el tiempo suficiente.
El sabor también está en la mira. Si bien algunos encuentran en ellos un toque único que no puede faltar en el asado, otros señalan que el gusto, en ocasiones demasiado fuerte o con cierto amargor, no es algo que todos disfruten. Este rechazo hacia el sabor más intenso de los chinchulines es otra razón por la cual muchos comensales los dejan de lado o, directamente, los evitan.
Una de las soluciones propuestas para mejorar su textura y sabor es hervirlos previamente o dejarlos macerando en limón o vinagre antes de llevarlos a la parrilla. Sin embargo, a pesar de estas técnicas, la mayoría de las veces el resultado final sigue siendo impredecible, y el riesgo de que queden duros o con mal sabor está siempre presente.
A diferencia de otras achuras como la morcilla o los riñones, que suelen tener más aceptación, los chinchulines parecen ser el punto de mayor polémica en el asado. No es raro escuchar entre los comensales que prefieren evitarlos, mientras que en muchas parrillas de Buenos Aires y el interior se los sirve más por costumbre que por verdadera demanda.
Es cierto que los chinchulines tienen un valor simbólico dentro de la tradición argentina. Son parte del ritual del asado y, en ese sentido, casi siempre están presentes. Pero lo que fue tradición para generaciones anteriores, hoy parece estar perdiendo terreno frente a un paladar más exigente que busca texturas más agradables y sabores más delicados.
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