Un nuevo corazón verde

Durante años, Villa Santa Rita era el único barrio porteño sin plaza. Esa ausencia terminó hace poco, cuando finalmente inauguraron un espacio verde que ya es punto de encuentro obligado. Mate en ronda, chicos corriendo y vecinos celebrando: la plaza llegó para cambiar la vida cotidiana del barrio.

A metros de allí, los pasajes se llevan todas las miradas. El Pasaje Guillermo Granville, con sus casas bajas y murales, invita a caminar despacio hasta desembocar en el angosto Julio S. Dantas, que parece un secreto escondido en medio de la ciudad.

El Tokio Bar: historia y presente

Con más de 90 años de vida, el Tokio Bar renació en la esquina de Pasaje Tokio y Álvarez Jonte. Restaurado con respeto a su esencia, conserva pisos originales y aires de bodegón, pero ahora suma un espíritu nocturno que lo vuelve imán para porteños curiosos.

La propuesta mezcla tradición y sabor: milanesas gigantes, bife de chorizo, pastas caseras y postres clásicos como el flan con dulce. Todo acompañado de cócteles, cerveza tirada y una carta de vinos bien curada. Ideal para sumergirse en la gastronomía porteña con aire de viaje en el tiempo.

Don Juan: vermut y nostalgia barrial

En Camarones 2702, el Bar Don Juan conserva la estética vintage de otra época: radios antiguas, sillas de madera y hasta una tele vieja. Fundado hace más de un siglo, volvió a la vida gracias a la nueva generación de la familia.

Su gran atractivo es el vermut artesanal que elaboran allí mismo, en versiones Rosso, Vigneto y Rosato. Lo acompañan tapas caseras, cerveza artesanal y una tortilla de papas que ya es leyenda. Un plan perfecto para quienes buscan experiencias auténticas lejos de los circuitos turísticos masivos.

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Cultura en movimiento

Más allá de los bares, Villa Santa Rita sorprende con pequeñas postales culturales. En el Barrio Nazca, una biblioteca vecinal organiza talleres y lecturas que refuerzan la vida comunitaria.

El Pasaje de las Mariposas, en Toay 3300, es otra joya escondida: se plantaron especies nativas para atraer mariposas y una artista local embelleció las fachadas con murales coloridos. Una caminata por allí regala fotos de postal y la sensación de estar en un barrio que late al ritmo de su gente.

De clásicos dulces a cafés modernos

El recorrido por Villa Santa Rita también incluye paradas para los más golosos. La Heladería Agust, en Alejandro Magariños Cervantes 3400, mantiene viva la tradición de helados artesanales servidos por sus dueños de toda la vida.

Para algo más moderno, Argot (Álvarez Jonte 2744) ofrece café de especialidad, panadería propia y un ambiente relajado con mucho verde. Allí se puede disfrutar desde un brunch hasta pastas caseras en un espacio que mezcla lo gourmet con lo barrial.

Y si la idea es comer abundante, A Raja Cincha (Cuenca 1299) es parada obligada: matambre a la pizza, mondongo, milanesas XXL y platos que abrazan el alma. Para terminar, nada como los churros y pastelitos de El Sol de Galicia (Luis Viale 2881), abierto desde 1957 y todavía atendido como en los viejos tiempos.

Villa Santa Rita, un destino con alma

Este barrio porteño no grita ni busca llamar la atención, pero cuando se lo recorre revela su encanto: pasajes secretos, bares históricos, propuestas culturales y sabores auténticos.

Villa Santa Rita es la prueba de que el turismo en Buenos Aires no se limita a los clásicos de siempre. A pocos pasos de Flores y Villa del Parque, este rincón ofrece calma, historia y una identidad barrial que lo transforma en una joya escondida lista para ser descubierta.