Un viaje bajo tierra por la historia porteña

Entre el trajín de colectivos, autos y peatones, pocos sospechan que, bajo sus pies, corre una obra maestra de la ingeniería porteña: un túnel ferroviario oculto que conecta Once con Puerto Madero. Tiene más de 110 años y sigue activo, aunque reservado solo para logística ferroviaria.

Construido entre 1906 y 1916, este túnel fue ideado por el ingeniero británico David Simpson como parte de una ambiciosa conexión entre el Ferrocarril Oeste y el Puerto de Buenos Aires. Su forma de herradura y su profundidad, que en algunos tramos alcanza los 20 metros, lo convierten en un secreto a voces de la ciudad.

Postales de otra época

El túnel nace justo detrás de la Casa Rosada, donde aún se puede ver su acceso arqueado desde Avenida Madero y Sarmiento. Desde allí serpentea bajo la Avenida Rivadavia, cruzando el corazón mismo de la ciudad sin molestar al tránsito de superficie. En sus primeros años, por allí circulaban trenes de carga, que luego dieron paso a una breve línea de pasajeros en los años 40. Esta unía la estación "1º de Marzo", junto al puerto, con Caballito, en apenas 17 minutos.

Aunque fue discontinuado al poco tiempo, dejó una huella indeleble en la memoria de los trabajadores ferroviarios y vecinos. Las leyendas abundan: un cargamento de granos derramado habría desatado una invasión de ratas, y más de una vez se habló de túneles usados para contrabando.

El túnel hoy: presente silencioso

Ya en los 90, este túnel volvió a cobrar vida con un servicio especial que unía Castelar con Puerto Madero. El tren entraba por Once y salía en pleno centro. Actualmente, si bien no está abierto al público, continúa cumpliendo una función clave en el entramado logístico ferroviario.

Una Buenos Aires escondida

La historia de este túnel es también la historia de una ciudad que supo pensar en grande. Caminando por la Avenida Rivadavia o por la zona del Bajo porteño, es posible imaginar todo lo que ocurre bajo el asfalto. Son capas de historia que siguen vivas, invisibles pero latentes, esperando a ser descubiertas por quienes miran más allá del cartel turístico.