30/06/2025
Lejos de las modas pasajeras, Dieztreinta se convirtió en una parada imperdible para quienes visitan Buenos Aires y buscan algo diferente. Platos sin fronteras, vinos naturales, vinilos que suenan de fondo y una estética industrial con alma artística hacen de este espacio un refugio para paladares curiosos y espíritus libres.
Ubicado a pasos del centro de la ciudad -en una zona cada vez más vibrante para el turismo urbano-, Dieztreinta se presenta como una experiencia total. No es un restaurante tradicional, ni una galería de arte, ni un bar con buena música: es todo eso a la vez, y mucho más. Su propuesta se aleja de las etiquetas y de las fórmulas previsibles, apostando por un menú cambiante, vinos alternativos y una ambientación que invita a quedarse.
Para el viajero que busca empaparse de la cultura urbana porteña, este lugar funciona como una postal contemporánea donde convergen la cocina local reinventada, los vinos de autor y el pulso artístico de la ciudad.
El menú de Dieztreinta no se define por nacionalidades ni estilos fijos. Aquí, cada plato nace de la estación, del instinto y de la búsqueda creativa. Entre las combinaciones que sorprenden y conquistan se destacan:
Crudo de pesca con aliños cítricos.
Tataki de bife de chorizo, cocido con precisión milimétrica.
Arroz cremoso de hongos y parmesano, pura umami y textura.
También figuran platos como las berenjenas glaseadas, los hongos en texturas, el curry de langostinos y una siempre tentadora pesca del día, todos diseñados para compartir y probar sin prejuicios. La carta de postres, lejos de lo clásico, mantiene el mismo espíritu: cremoso de chocolate con aceite de oliva, sal ahumada y cítricos es una de las estrellas.
Cada paso del menú está pensado como un juego sensorial, ideal para quienes disfrutan de las experiencias culinarias que invitan a explorar.
Si el menú sorprende, la carta de vinos no se queda atrás. En Dieztreinta no encontrarás etiquetas comerciales ni clásicos predecibles. Su selección se centra en proyectos de baja intervención, orgánicos, biodinámicos y con fuerte carácter local.
La idea es descubrir vinos que hablen del terruño y del productor, y que, como el menú, se alejen de lo establecido. Entre las aproximadamente 30 etiquetas disponibles, se destacan:
Blancos aromáticos
Naranjos de guarda corta
Tintos ligeros
Espumantes naturales
Todo pensado para maridar sin reglas y permitir que el vino se convierta en protagonista.
El espacio es otra parte fundamental de la experiencia. Con una ambientación industrial, donde predominan las paredes desnudas, el hierro, el cemento y la madera, Dieztreinta logra una atmósfera íntima y relajada. Las luces tenues acompañan la velada mientras suena una curaduría musical en vinilo, que va del soul al jazz, del rock argentino al trip-hop.
En las paredes, obras de artistas locales se renuevan cada tanto, sumando una capa de arte visual al recorrido. Todo invita a quedarse: desde la barra abierta hasta los rincones con sillones, este restaurante no es de los que te apuran para liberar la mesa.
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