Inspiración mediterránea para un clásico porteño

En Buenos Aires, los domingos suelen tener aroma a tuco, parmesano rallado y vino tinto. Pero cada tanto, vale la pena sacudir la tradición y probar sabores que nos transportan a otro lugar del mundo. Esta receta de salsa cremosa de pistachos, limón y menta es ideal para eso: una bocanada de aire fresco, con colores y texturas que evocan la costa italiana o los mercados del sur de Francia.

Su preparación es rápida y simple, pero el resultado tiene ese toque sofisticado que transforma cualquier mesa familiar en una mini escapada gastronómica.

Los ingredientes (para 4 porciones)

• 500 gramos de tallarines secos

• 100 gramos de pistachos pelados sin sal

• 1 limón (ralladura + jugo)

• 1 diente de ajo

• 1 puñado generoso de menta fresca

• 100 ml de crema de leche o queso crema

• 50 gramos de queso rallado (parmesano o similar)

• Aceite de oliva, sal y pimienta

Paso a paso: cómo preparar la salsa de pistachos

1. Cociná los tallarines en abundante agua con sal hasta que estén al dente. Reservá un poco del agua de cocción para más tarde.

2. En una procesadora, colocá los pistachos, el diente de ajo, las hojas de menta y la ralladura de limón. Agregá un buen chorro de aceite de oliva y procesá hasta lograr una textura granulada.

3. Incorporá la crema de leche (o queso crema), el jugo de limón, sal y pimienta a gusto. Volvé a procesar hasta lograr una mezcla suave y cremosa.

4. Si queda muy espesa, podés aflojarla con un poco del agua de cocción de la pasta.

5. Serví la pasta caliente con esta salsa y terminá el plato con queso rallado por encima. Unas hojitas de menta fresca a modo de decoración le dan el toque final.

Una escapada gastronómica sin salir de casa

Esta receta no solo es ideal para sorprender en un almuerzo de domingo, sino que también puede formar parte de un plan distinto: cocinar con amigos, organizar una cena temática o simplemente disfrutar de un plato fresco y liviano para los días de calor en Buenos Aires.

Los pistachos, poco usados en la cocina porteña diaria, aportan un sabor tostado y una textura suave que combinan a la perfección con la acidez del limón y el perfume de la menta. Un viaje de sabores sin hacer la valija.